Victoria sobre Moab y Amón
1 Tiempo después, los moabitas y los amonitas, y algunos de los meunitas, declararon la guerra a Josafat.
2 No faltó quien le diera aviso a Josafat y le dijera:
«Del otro lado del mar, y de Siria, viene a atacarte un gran ejército. ¡Ya están en Jasesón Tamar, es decir, en Engadí!»
3 Lleno de miedo, Josafat se dispuso a consultar al Señor, y ordenó que todos en Judá ayunaran.
4 En todas las ciudades de Judá la gente se reunió para pedir la ayuda del Señor,
5 y Josafat se puso de pie en el templo del Señor, delante del atrio nuevo, y ante la asamblea de Judá y de Jerusalén
6 dijo:
«Señor y Dios de nuestros padres, tú eres Dios en los cielos, y dominas sobre todos los reinos de las naciones; en tus manos están la fuerza y el poder. ¡No hay quien pueda oponerse a ti!
7 Tú, Dios nuestro, expulsaste de la presencia de tu pueblo Israel a los habitantes de esta tierra, y se la diste para siempre a los descendientes de Abrahán, tu amigo.
8 Ellos la han habitado, y en ella te han edificado un santuario a tu nombre. Han dicho:
9 “Si alguna vez nos sobreviene algún mal, o se nos castiga con la espada, o la peste, o el hambre, nos presentaremos ante este templo, y ante ti (pues tu nombre se halla en este templo), y clamaremos a ti por causa de nuestras aflicciones, y tú nos oirás y nos salvarás.”
10 ¡Mira ahora a los amonitas y a los moabitas! ¡Mira a los del monte de Seír, por cuya tierra no dejaste pasar a Israel cuando venía de Egipto! Tú nos apartaste de ellos, para que no los destruyéramos,
11 ¡y ahora ellos nos pagan tratando de arrojarnos de la tierra que tú nos diste en propiedad!
12 ¡Dios nuestro!, ¿acaso no los vas a juzgar? Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para enfrentar a ese gran ejército que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer, y por eso volvemos a ti nuestra mirada!»
13 Todo Judá estaba de pie delante del Señor, con sus mujeres y sus hijos.
14 Allí estaba también Jahaziel, levita de los hijos de Asaf y descendiente en línea directa de Zacarías, Benaías, Yeguiel, Matanías. En el curso de la reunión, el espíritu del Señor vino sobre él,
15 y dijo:
«¡Escúchenme ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Y escúchame tú, rey Josafat! El Señor les dice: “No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud, porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios.
16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
17 En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»
18 Entonces Josafat se inclinó de cara al suelo, lo mismo que todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén; se postraron delante del Señor, y lo adoraron.
19 Luego se levantaron los levitas coatitas y coreítas, y a gran voz alabaron al Señor y Dios de Israel.
20 Por la mañana, se levantaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo:
«¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles; crean en sus profetas, y obtendrán la victoria!»
21 Después de reunirse con el pueblo para ponerse de acuerdo con ellos, Josafat nombró a algunos para que, ataviados con sus vestimentas sagradas, cantaran alabanzas al Señor, mientras el ejército salía con sus armas. Y decían:
«¡Demos gloria al Señor, porque su misericordia es eterna!»
22 Cuando los cantos de alabanza comenzaron a escucharse, el Señor puso contra los amonitas y moabitas, y contra los del monte de Seír, las emboscadas que ellos mismos habían tendido contra Judá, y acabaron matándose los unos a los otros.
23 Los amonitas y moabitas atacaron a los del monte de Seír, y los mataron hasta acabar con ellos, y después de eso, se volvieron contra sus propios compañeros y los atacaron hasta destruirlos.
24 Cuando los de Judá llegaron a la torre del desierto, dirigieron la mirada hacia el gran ejército, y solo vieron cadáveres tendidos en el campo, pues ninguno de ellos había escapado con vida.
25 Entonces Josafat y su ejército se dieron a la tarea de despojarlos, y entre los cadáveres hallaron muchas riquezas, y vestidos y alhajas preciosas, y todo eso lo tomaron para sí. Era tanto el botín de guerra que no se lo podían llevar, así que durante tres días estuvieron recogiéndolo.
26 Al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca, y allí bendijeron al Señor. Por eso al paraje aquel lo llamaron «valle de Beraca», y hasta el día de hoy lleva ese nombre.
27 Todos los de Judá y de Jerusalén volvieron a Jerusalén llenos de gozo por la alegría de que el Señor los había librado de sus enemigos. Al frente de ellos marchaba Josafat.
28 Se dirigieron al templo del Señor en Jerusalén, entre el sonido de salterios, arpas y trompetas,
29 y cuando todos los reinos de aquella región supieron que el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, cayó sobre ellos el pavor de Dios.
30 Así el reinado de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes.
Resumen del reinado de Josafat
(1 R 22.41-50)
31 Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar sobre Judá, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre fue Azuba hija de Siljí.
32 Y Josafat siguió los pasos de Asa, su padre, haciendo lo recto ante los ojos del Señor y sin apartarse de sus caminos.
33 Sin embargo, no fueron quitados los lugares altos, pues el pueblo aún no había enderezado su corazón hacia el Dios de sus padres.
34 Los demás hechos de Josafat, primeros y últimos, están escritos en las palabras de Jehú hijo de Jananí, del cual se hace mención en el libro de los reyes de Israel.
35 Tiempo después, el rey Josafat de Judá hizo amistad con el rey Ocozías de Israel, que era proclive a la impiedad,
36 y se asoció con él para construir barcos en Ezión Guéber capaces de navegar hasta Tarsis.
37 Pero el profeta Eliezer hijo de Dodías, de Maresa, profetizó contra Josafat y le dijo: «Por haberte hecho amigo de Ocozías, el Señor destruirá tus obras.» Y las naves naufragaron y no pudieron llegar a Tarsis.