Oración de un afligido
Oración de alguien que sufre y que, en su angustia, expone su queja en presencia del Señor.
1 Señor, escucha mi oración;
¡deja que mi queja llegue a tus oídos!
2 No te alejes de mí cuando me veas angustiado;
inclina a mí tu oído,
¡respóndeme pronto cuando te invoque!

3 Mi vida se va desvaneciendo, como el humo;
mis huesos se deshacen, como tizón quemado.
4 Débil está mi corazón, y seco cual la hierba;
¡hasta me he olvidado de comer!
5 Tanto he llorado
que los huesos se me pegan a la carne.
6 Soy como los pelícanos del desierto;
¡soy como los búhos de las soledades!
7 Ya no duermo, y hasta me siento
como un pájaro solitario sobre el tejado.
8 Todos los días me insultan mis enemigos;
se confabulan y hacen planes contra mí.
9 El pan que como, me sabe a ceniza;
lo que bebo, se mezcla con mis lágrimas.
10 ¡Y es porque estás enojado conmigo!
¡Primero me elevas, y luego me dejas caer!
11 Mi vida se diluye como una sombra;
¡me voy secando como la hierba!

12 Pero tú, Señor, permaneces para siempre,
y todas las generaciones te recordarán.
13 Te levantarás y tendrás misericordia de Sión,
porque ya se ha cumplido su tiempo;
¡ya es hora de que le tengas misericordia!
14 Tus siervos aman cada una de sus piedras;
ven sus ruinas, y se compadecen de ella.

15 Señor, las naciones honrarán tu nombre;
los reyes de la tierra reconocerán tu gloria,
16 porque tú, Señor, reconstruirás a Sión,
y en su esplendor serás reconocido.
17 Tendrás en cuenta la oración de los pobres,
y no dejarás de escuchar sus ruegos.
18 Esto, Señor, quedará escrito para los pueblos futuros,
¡para que las generaciones del mañana te alaben!

19 Desde su alto santuario, el Señor observa;
desde los cielos, el Señor contempla la tierra
20 para oír el clamor de los cautivos
y dar libertad a los sentenciados a muerte;
21 para que en Sión se anuncie el nombre del Señor,
¡para que en Jerusalén se proclame su alabanza!
22 Entonces todas las naciones y todos los reinos
vendrán y se unirán para servir al Señor.

23 En mi camino, el Señor me retiró su apoyo;
¡me recortó los días de mi vida!
24 Pero yo le supliqué:
«Dios mío, tú vives por todas las generaciones:
¡no me reduzcas la mitad de mi vida!»
25 Tú fundaste la tierra desde el principio,
y con tus propias manos formaste los cielos.
26 Un día, ellos serán destruidos;
envejecerán, como vestidos usados,
y tú los cambiarás por otros;
¡pero tú permanecerás!
27 ¡Tú seguirás siendo el mismo,
y tus años nunca tendrán fin!
28 Los hijos de tus siervos vivirán tranquilos,
y sus descendientes se afirmarán en tu presencia.
¡Dios mío, tus años no tienen fin!
SALMO 102 (101)
(1) Oración de un afligido que se desahoga en la presencia de Dios.
1-2 1-2 (2-3) Dios mío,
escucha mi oración;
atiende a mis ruegos.
No tardes en responderme
cuando te llame;
no me des la espalda
cuando me encuentre angustiado.

3 3 (4) La vida es como el humo
y se me escapa.
Los huesos me arden de dolor;
parecen carbones encendidos.
4 4 (5) Me siento muy afligido;
hasta parezco hierba marchita.
¡Ni ganas de comer tengo,
y hasta los huesos se me ven!
5 5 (6) ¡Es muy grande mi angustia!

6-7 6-7 (7-8) Estoy tan triste y solitario
como un buitre en el desierto,
como un búho entre las ruinas,
como un gorrión sobre el tejado.
¡Hasta he perdido el sueño!

8 8 (9) No pasa un solo día
sin que mis enemigos me ofendan;
¡hasta me echan maldiciones!
9 9 (10) Mi comida y mi bebida
son mi propio llanto.
10 10 (11) ¡Te enojaste,
te llenaste de furia!
¡Me levantaste,
para derribarme después!
11 11 (12) Mi vida va pasando
como las sombras en la noche;
¡me estoy marchitando como la hierba!

12 12 (13) Pero tú, mi Dios,
eres el rey eterno
y vives para siempre.
13-14 13-14 (14-15) Un día te levantarás
y tendrás compasión de tu pueblo.
¡Ese día ha llegado!
¡Ya es tiempo de que lo perdones!
Nosotros estamos a tu servicio
y amamos a la ciudad de Jerusalén;
¡verla en ruinas y entre escombros
nos causa mucho dolor!

15 15 (16) Dios mío,
todas las naciones te adorarán;
todos los reyes de la tierra
reconocerán tu grandeza.
16 16 (17) Tú reconstruirás a Jerusalén
y así demostrarás tu poder.
17 17 (18) Prestarás toda tu atención
a los ruegos de los desamparados,
y no dejarás de atenderlos.
18 18 (19) Que esto quede por escrito
para los que aún no han nacido;
para que alabe a Dios
el pueblo que está por nacer.

19 19 (20) Mientras Dios miraba
desde su palacio celestial,
se fijó en la tierra;
20 20 (21) al escuchar los lamentos
de los presos condenados a muerte,
los puso en libertad.
21 21 (22) Por eso en Jerusalén
se alaba su nombre;
por eso en Jerusalén
se le cantan alabanzas.
22 22 (23) Todos los pueblos y reinos
se juntan para adorarlo.

23 23 (24) En el transcurso de mi vida,
Dios usó su poder para humillarme
y para acortar mi existencia.
24 24 (25) Entonces le rogué:
«Para ti, Dios mío,
los años no tienen fin;
¡no me lleves en plena juventud!
25 25 (26) En el principio
tú afirmaste la tierra;
tú mismo hiciste los cielos,
26 26 (27) pero se irán gastando,
como la ropa,
y un día, los destruirás.

Pero tú te mantendrás firme;
27 27 (28) siempre serás el mismo,
y tus años no tendrán fin.
28 28 (29) Nuestros hijos y nuestros nietos
estarán a tu servicio,
como lo estamos nosotros,
y vivirán contigo para siempre».