La señal del cinturón podrido
1 Así me dijo el Señor:
«Ve y cómprate un cinturón de lino, y cíñetelo, pero no lo remojes en agua.»
2 En obediencia a la palabra del Señor, fui y compré el cinturón, y me lo ceñí.
3 Por segunda vez vino a mí la palabra del Señor, y me dijo:
4 «Toma el cinturón que compraste, y que te has ceñido a la cintura, y disponte a ir al río Éufrates para esconder el cinturón en la hendidura de una peña.»
5 Yo fui y escondí el cinturón junto al Éufrates, tal y como el Señor me lo ordenó.
6 Después de un largo tiempo el Señor me dijo:
«Levántate y vete al Éufrates, y saca de allí el cinturón que te mandé esconder allá.»
7 Entonces fui al Éufrates, y cavé y saqué el cinturón de donde lo había escondido, ¡y resultó que el cinturón se había podrido! ¡Ya no servía para nada!
8 La palabra del Señor vino entonces a mí, y me dijo:
9 «Así dice el Señor: “Del mismo modo haré que se pudran la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén.
10 Este pueblo malvado no quiere oír mis palabras. Anda divagando en su corazón y va en pos de dioses ajenos para servirles y adorarlos, pero vendrá a ser como este cinturón, que no sirve para nada.
11 Yo quería que toda la casa de Israel y toda la casa de Judá se juntaran conmigo, así como el cinturón se junta a la cintura. Quería que fueran un pueblo que me diera renombre, y que me alabara y honrara. ¡Pero no me hicieron caso!”
—Palabra del Señor.
La señal de las tinajas llenas
12 »Diles también que yo, el Señor y Dios de Israel, he dicho: “Todos los odres se llenan de vino.” Ellos te responderán: “¿Y acaso no sabemos que todos los odres se llenan de vino?”
13 Entonces les dirás: “Así ha dicho el Señor: ‘Voy a llenar de vino a todos los habitantes de esta tierra, lo mismo a los reyes de la estirpe de David, que ocupan su trono, que a los sacerdotes y profetas y a todos los habitantes de Jerusalén.’
14 Los voy a estrellar unos contra otros, lo mismo a los padres que a los hijos. No los perdonaré, ni les tendré piedad ni compasión para no destruirlos.”»
—Palabra del Señor.
Judá será llevada en cautiverio
15 ¡Escuchen! ¡Presten atención! No sean arrogantes, que quien habla es el Señor.
16 Denle gloria al Señor su Dios antes de que él haga venir las tinieblas; antes de que ustedes tropiecen en montes sombríos, y ustedes esperen la luz, y él la convierta en las más densas sombras y tinieblas.
17 Pero si no me hacen caso, mi alma llorará en secreto por culpa de la soberbia de ustedes; mis ojos se anegarán en lágrimas y llorarán amargamente, porque el rebaño del Señor será llevado cautivo.
18 «Diles al rey y a la reina que se humillen y se sienten en el suelo. Ha caído de su cabeza la corona que les daba potestad.
19 Las ciudades del Néguev han sido clausuradas, y no hay quien abra sus puertas; todo el pueblo de Judá ha sido llevado en cautiverio.
20 Levanten los ojos, y vean a los que vienen del norte. ¿Dónde está ese hermoso rebaño que les fue confiado?
21 ¿Qué dirán cuando el Señor ponga al frente de ustedes a quienes ustedes creían que eran sus amigos? ¿No se retorcerán de dolor, como cuando una mujer está a punto de dar a luz?
22 Si acaso se preguntan por qué les sobrevino esto, sepan que fue por causa de su gran maldad. ¡Por eso fueron desgarrados sus vestidos! ¡Por eso quedó al descubierto su desnudez!
23 ¿Acaso pueden los etíopes cambiar de piel, o los leopardos cambiar sus manchas? ¡Pues tampoco ustedes pueden hacer el bien, ya que están habituados a hacer el mal!
24 Por lo tanto, yo los lanzaré al viento del desierto, para que desaparezcan como el tamo.
25 ¡Esa es la suerte de ustedes! ¡Esa es la parte que les he asignado, por haberse olvidado de mí y por confiar en dioses falsos!
—Palabra del Señor.
26 »Pero yo también te desgarraré los vestidos y pondré al descubierto tu desnudez
27 y tus adulterios, tus jadeos e infidelidades en las colinas y en los campos, donde vi tu abominable conducta.
»¡Ay de ti, Jerusalén! ¿Hasta cuándo seguirás sin purificarte?»
El calzoncillo de lino
1 En Anatot, Dios me dijo:

—Jeremías, cómprate un calzoncillo de tela de lino, y póntelo; pero no lo laves.

2 Yo fui y compré el calzoncillo, y me lo puse, tal como Dios me lo había ordenado. 3 Entonces Dios volvió a decirme:

4 —Ahora, toma ese mismo calzoncillo y vete al río Éufrates para esconderlo allí, en la grieta de una roca.

5 Yo fui al río Éufrates y lo escondí, tal como Dios me lo había ordenado. 6 Pero tiempo después Dios volvió a decirme:

—Jeremías, ve al río Éufrates y busca el calzoncillo que te mandé esconder.

7 Yo fui al río Éufrates, y saqué el calzoncillo del hoyo donde lo había escondido, pero el calzoncillo ya estaba podrido y no servía para nada. 8 Entonces Dios me dijo:

9-10 —Así como se ha podrido el calzoncillo, así también haré que se pudran el reino de Judá y su capital Jerusalén. Son gente muy terca, orgullosa y malvada; no quieren obedecerme, y para colmo adoran a otros dioses. ¡Pero quedarán como este calzoncillo, que no sirve para nada! 11 Yo quise que toda la gente de Israel y de Judá se ajustara a mi ley, así como el calzoncillo se ajusta a la cintura de quien lo lleva puesto. Solo así serían mi pueblo, y gozarían de fama y respeto, y la gente los alabaría. ¡Pero no quisieron obedecerme! Te aseguro que así será.
Vasijas rotas
12 »Ahora, Jeremías, dile a mi pueblo: “Todas las vasijas deben llenarse de vino”. Si ellos te dicen que eso ya lo saben, 13 tú les responderás: “Dios me mandó a decirles que él va a emborrachar con vino a todos los que viven en este país. Emborrachará a los reyes que descienden del rey David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Dios hará que se destrocen entre ustedes mismos, padres e hijos por igual. No va a tenerles lástima; ¡los destruirá sin compasión!” Te juro que así será».
Tengan cuidado
15 Jeremías le dijo al pueblo:

«¡Escúchenme, no sean tan orgullosos!
¡Préstenme atención, que Dios ha hablado!
16 Den honra a nuestro Dios,
antes de que él mande las tinieblas
y ustedes tropiecen en la oscuridad.
La salvación que ustedes esperan,
Dios la cambiará en profunda oscuridad.
17 Si por causa de su orgullo
ustedes no obedecen,
lloraré amargamente y en secreto,
hasta que ya no pueda más,
porque ustedes, pueblo de Dios,
serán llevados presos a una nación lejana.

18 »Díganle al rey,
y también a su madre,
que bajen de su trono
y se sienten en el suelo,
pues ya no tienen derecho a lucir
sus hermosas coronas.
19 El ejército enemigo ha rodeado
las ciudades del desierto del sur,
y nadie puede entrar ni salir.
Todos los habitantes de Judá
serán llevados prisioneros.

20 »Ustedes, los que viven en Jerusalén,
salgan a ver a sus enemigos:
¡ya vienen del norte!
Ustedes estaban muy orgullosos
del pueblo que Dios les dio a cuidar;
pero ese pueblo se ha perdido.
21 Cuando Dios les ponga por jefes
a sus amigos preferidos,
en quienes ustedes confiaban,
lo van a lamentar.
Van a sentir los mismos dolores
que una mujer cuando tiene un hijo.
22 Cuando esto les pase, no se sorprendan,
pues si los desnudan y los violan,
será por sus muchos pecados.

23 »Nadie puede cambiar el color de su piel,
ni puede el leopardo quitarse sus manchas;
¡tampoco ustedes pueden hacer lo bueno,
pues solo saben hacer lo malo!

24 »Dios los dispersará
por todas las naciones.
Serán como la paja
que se lleva el viento.
25 ¡Eso es lo que se merecen,
ya que ustedes se olvidaron de mí,
y decidieron confiar en dioses falsos!
26 ¡También los dejaré desnudos
para que pasen vergüenza!
27 Ustedes, habitantes de Jerusalén,
son igual que una prostituta.
Han adorado a dioses falsos
en los campos y en las colinas.
Han sido un pueblo infiel.
Yo lo he visto, y digo:
“Este pueblo nunca cambiará”.»