Nacimiento y reinado del Mesías
1 Pero no siempre habrá oscuridad para la que ahora está angustiada. En los primeros tiempos las regiones de Zabulón y Neftalí fueron afligidas, pero en los últimos tiempos se llenará de gloria el camino del mar, al otro lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.
2 El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sí, la luz resplandeció para los que vivían en un país de sombras de muerte.
3 Tú aumentaste el regocijo, y acrecentaste la alegría. En tu presencia se alegrarán, como se alegran durante la siega; como se regocijan cuando se reparten el botín.
4 Tú quebraste el yugo y la vara que pesaban sobre sus hombros, y el cetro que los oprimía, como en el día de Madián.
5 ¡Quemado será todo calzado que lleva el guerrero en el fragor de la batalla! ¡Pasto para el fuego será todo manto revolcado en sangre!
6 Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será «Consejero admirable», «Dios fuerte», «Padre Eterno» y «Príncipe de paz».
7 La extensión de su imperio y la paz en él no tendrán límite. Reinará sobre el trono de David y sobre su reino, y lo afirmará y confirmará en la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. Esto lo hará el celo del Señor de los ejércitos.
La ira del Señor contra Israel
8 El Señor envió su palabra sobre Jacob, y cayó sobre Israel.
9 Y la conocerá todo el pueblo, y Efraín y los habitantes de Samaria, que con soberbia y altivez de corazón dicen:
10 «Los ladrillos se cayeron, pero edificaremos con piedra de cantera; talaron los sicómoros, pero nosotros los repondremos con cedros.»
11 Pero el Señor juntará a los enemigos de Resín y los levantará contra él;
12 del oriente vendrán los sirios, y del poniente los filisteos, y a boca llena devorarán a Israel. Pero ni así cesará su furor. Su mano aún seguirá extendida.
13 El pueblo no se volvió al Señor de los ejércitos. No buscó al que lo castigaba;
14 así que en un mismo día el Señor le cortará a Israel la cabeza y la cola, el tronco y la rama.
15 (La cabeza es el anciano de rostro venerable, y la cola es el profeta que enseña mentiras.)
16 Los que gobiernan a este pueblo son unos mentirosos; por eso sus gobernados se pierden.
17 Por tanto, el Señor no se alegrará por sus jóvenes, ni tendrá misericordia de sus huérfanos y viudas, pues todos son falsos y malvados; de toda boca brotan necedades. Pero ni así cesará su furor. Su mano aún seguirá extendida.
18 La maldad prenderá como un fuego, y consumirá cardos y espinos; se encenderá en la espesura del bosque, y se levantará como un remolino de humo.
19 Por causa de la ira del Señor de los ejércitos se oscurecerá la tierra, y el pueblo será como pasto para el fuego; ¡y nadie tendrá piedad de su hermano!
20 Con la mano derecha robarán, y se quedarán con hambre; con la mano izquierda comerán, y no quedarán satisfechos; ¡cada uno se comerá su propia carne!
21 Manasés se comerá a Efraín, Efraín se comerá a Manasés, y los dos se comerán a Judá. Pero ni así cesará su furor. Su mano aún seguirá extendida.
1a »Sin embargo,
no durarán para siempre
su angustia y su dolor.»
El reinado del Príncipe de paz
1b 1b (8.23b) La tierra de Zabulón y Neftalí es una región de Galilea, cerca de donde habitan pueblos que no adoran a nuestro Dios. Esa región se extiende desde el otro lado del río Jordán hasta la orilla del mar. Hace mucho tiempo, Dios humilló a esa región de Galilea, pero después le concedió un gran honor, el cual Isaías anunció así:

2 2 (1) «Aunque tu gente viva en la oscuridad,
verá una gran luz.
Una luz alumbrará
a los que vivan
en las tinieblas.
3 3 (2) ¡Dios nuestro,
tú nos has llenado de alegría!
Todos nos alegramos en tu presencia,
como cuando llega la cosecha,
como cuando la gente
se reparte muchas riquezas.
4 4 (3) Tú nos has liberado
de los que nos esclavizaron.
Tu victoria sobre ellos fue tan grande
como tu victoria sobre el pueblo de Madián.
5 5 (4) Tú echarás al fuego
las botas de los soldados
y sus ropas manchadas de sangre.

6 6 (5) »Nos ha nacido un niño,
Dios nos ha dado un hijo:
a ese niño se le ha dado
el poder de gobernar;
y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios invencible,
Padre eterno, Príncipe de paz.
7 7 (6) Él se sentará en el trono de David,
y reinará sobre todo el mundo
y por siempre habrá paz.

»Su reino será invencible,
y para siempre reinarán
la justicia y el derecho.

»Esto lo hará el Dios todopoderoso
por el gran amor que nos tiene.»
El enojo de Dios contra el reino de Israel
8-9 8-9 (7-8) Isaías le dijo al pueblo de Israel:

«Dios le ha advertido a Israel
que lo va a castigar.
Y todo el pueblo,
incluyendo a los habitantes de Samaria,
ha recibido esta advertencia.

»Pero todos dicen con mucho orgullo:

10 10 (9) “No importa que hayan tirado
los edificios de ladrillo;
nosotros construiremos otros,
y los haremos de piedra.
Han derribado los árboles de sicómoro,
pero nosotros plantaremos cedros”.

11 11 (10) »Dios ordenó que los atacaran
unos enemigos terribles.
12 12 (11) Por el este, los atacaron los sirios;
por el oeste, los filisteos.
De un solo bocado
se tragaron a Israel.
A pesar de todo esto,
el enojo de Dios no se ha calmado;
nos sigue amenazando todavía.

13 13 (12) »El Dios todopoderoso
castigó a su pueblo,
pero este no se arrepintió,
ni buscó su ayuda.
14-15 14-15 (13-14) Entonces Dios, en un solo día,
eliminó a los líderes y jefes de Israel,
y a sus profetas mentirosos.

16 16 (15) »Los jefes engañaron a este pueblo,
y confundieron a toda su gente.
17 17 (16) Por eso Dios no perdonó a sus jóvenes,
ni se compadeció de sus huérfanos
ni de sus viudas.
Porque todo el pueblo fue muy malo
y solo decía tonterías.
A pesar de todo esto,
el enojo de Dios no se ha calmado;
nos sigue amenazando todavía.

18 18 (17) »La maldad es como el fuego,
que todo lo devora;
no deja espinos ni matorrales,
ni árboles en el bosque
y el humo sube en grandes columnas.

19 19 (18) »Dios es el rey del universo,
y cuando se enoja
todo el país queda destruido.

»Nadie se compadece de su hermano;
20 20 (19) se destruyen unos a otros,
y aun así no quedan satisfechos.
21 21 (20) Las tribus de Efraín y Manasés
se pelean entre ellos,
y luego los dos juntos atacan a Judá.
A pesar de todo esto,
el enojo de Dios no se ha calmado;
nos sigue amenazando todavía.