Reinado de Asa
(1 R 15.9-12)
1 Abías descansó entre sus antepasados y fue sepultado en la ciudad de David, y en su lugar reinó su hijo Asa, y durante su reinado el país estuvo en paz durante diez años.
2 Asa hizo lo bueno y lo recto ante los ojos del Señor su Dios,
3 pues quitó los altares de culto ajenos y los lugares altos, hizo pedazos los ídolos y derribó los símbolos de Asera,
4 y ordenó a Judá buscar al Señor, el Dios de sus padres, y poner por obra la ley y sus mandamientos.
5 Además, quitó de todas las ciudades de Judá los lugares altos y los ídolos, y bajo su reinado hubo paz.
6 Precisamente porque en ese tiempo había paz y nadie le hacía la guerra, pues el Señor le había dado paz, Asa construyó en Judá ciudades fortificadas.
7 Les dijo a los de Judá:
«Edifiquemos estas ciudades, y levantemos murallas a su alrededor, con torres, puertas y cerrojos, pues la tierra es nuestra. Nosotros hemos buscado al Señor nuestro Dios, y porque lo hemos buscado, él nos ha dado paz en todas partes.»
En la construcción tuvieron mucho éxito.
8 Además, Asa tenía un ejército armado de lanzas y escudos, todos ellos soldados bien entrenados para lanzar flechas. De Judá eran trescientos mil, y de Benjamín doscientos ochenta mil.
9 Zeraj el etíope salió a presentarles batalla con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros de guerra; y llegó hasta Maresa.
10 Asa salió a su encuentro, y libraron la batalla en el valle de Sefata, junto a Maresa.
11 Allí Asa clamó al Señor su Dios, y dijo:
«¡Ay, Señor! Para ti no hay diferencia alguna en brindar tu ayuda al poderoso o al débil. ¡Ayúdanos, Señor y Dios nuestro, porque en ti confiamos y en tu nombre venimos contra este ejército! Tú, Señor, eres nuestro Dios; ¡que no prevalezca el hombre contra ti!»
12 El Señor derrotó a los etíopes que se enfrentaron contra Asa y Judá, y los etíopes huyeron.
13 Asa y su ejército los persiguieron hasta Gerar, y los etíopes fueron derrotados hasta no quedar uno solo con vida. Fueron derrotados delante del Señor y de su ejército, y se les quitó un gran botín de guerra.
14 Además, el terror del Señor cayó sobre todas las ciudades alrededor de Gerar, y como había en ellas grandes riquezas, Asa y los suyos las saquearon,
15 y atacaron también las cabañas de los que tenían ganado, y antes de volver a Jerusalén se llevaron muchas ovejas y camellos.
Asá, rey de Judá
(1 R 15.9-12)
1-5 1-5 (13.23—14.4) Cuando Abiam murió, lo enterraron en la Ciudad de David. Asá, su hijo, reinó en su lugar, y en esa época Dios le permitió al pueblo disfrutar de diez años de paz.
Asá obedeció a Dios en todo, y mandó quitar de todas las ciudades de Judá los pequeños templos de las colinas, en los que el pueblo adoraba a dioses falsos; hizo pedazos los ídolos y las imágenes de la diosa Astarté. Además, le ordenó a toda la gente de Judá que adorara al Dios de sus antepasados y que siempre obedeciera su ley.
6-7 6-7 (5-6) Asá aprovechó que había paz, y le dijo al pueblo:

«Dios nos ha permitido estar en paz con nuestros enemigos, pues hemos vuelto a obedecer sus mandamientos. ¡Ahora es el momento de reforzar la seguridad de nuestras ciudades! Vamos a construir murallas alrededor de ellas, y torres y puertas con buenos seguros».

El pueblo estuvo de acuerdo, y logró fortalecer las ciudades con gran éxito.
Guerra de Asá contra Zérah
8-9 8-9 (7-8) Tiempo después, Zérah, que era de Etiopía, le declaró la guerra a Judá. Al frente de un ejército muy numeroso y de trescientos carros de combate, llegó hasta Maresá, muy cerca de Jerusalén.
Aunque Asá tenía un ejército de valientes soldados armados con escudos y lanzas, eran apenas trescientos mil soldados de la tribu de Judá, y doscientos ochenta mil de la tribu de Benjamín. 10 10 (9) Sin embargo, Asá decidió enfrentarse a Zérah y a su ejército, y colocó a sus hombres en posición para la batalla en el valle de Sefata, que está muy cerca de Maresá. 11 11 (10) Luego oró a Dios, diciendo:

«Dios nuestro, nos hemos atrevido a pelear contra este ejército tan grande, porque confiamos en ti y queremos honrarte. No hay nadie como tú para ayudar al débil y liberarlo del poderoso. Por eso te rogamos que nos ayudes. ¡Tú eres nuestro Dios! ¡Sabemos que nadie te puede vencer!»

12-13 12-13 (11-12) Y efectivamente, Dios y su ejército acabaron con los etíopes. Zérah y su ejército salieron huyendo, pero los hombres de Judá los persiguieron hasta Guerar, y los mataron a todos sin dejar un solo etíope vivo. Luego se apoderaron de todas sus pertenencias.
14 14 (13) Al ver esto, la gente de los poblados cercanos a Guerar tuvo mucho miedo de Dios. Y el ejército de Judá se aprovechó de eso para quitarle a esa gente sus abundantes riquezas. 15 15 (14) Atacaron también los campamentos donde había ganado, y se apoderaron de muchísimas ovejas y camellos. Finalmente volvieron a Jerusalén.