Reinado de Abías
(1 R 15.1-8)
1 En el año dieciocho del reinado de Jeroboán, Abías comenzó a reinar sobre Judá,
2 y reinó en Jerusalén tres años. Su madre se llamaba Micaías, y era hija de Uriel de Gabaa. Y hubo guerra entre Abías y Jeroboán,
3 así que Abías entró en combate con un ejército de cuatrocientos mil soldados valerosos y escogidos; Jeroboán, por su parte, se enfrentó a él con ochocientos mil soldados escogidos, fuertes y aguerridos.
4 Abías subió al monte de Semarayin, que está en los montes de Efraín, y dijo:
«Escúchenme ustedes, Jeroboán y todos los israelitas:
5 ¿Acaso no saben ustedes que, bajo un pacto de sal, el Señor y Dios de Israel le dio a David, a él y a sus hijos, el reinar para siempre sobre Israel?
6 Pero Jeroboán hijo de Nabat se rebeló contra su señor, contra Salomón hijo de David, a pesar de que era su siervo.
7 A él se unieron hombres vanos y perversos, y pudieron más que Roboán hijo de Salomón, porque Roboán era joven y apocado, y no les hizo frente.
8 »Pero ahora ustedes tratan de oponerse al reinado del Señor, que está en manos de los hijos de David, solo porque son muchos y tienen esos becerros de oro que Jeroboán les ha puesto como dioses.
9 ¿Acaso no expulsaron ustedes a los hijos de Aarón, que son los sacerdotes del Señor, y a los levitas, e imitaron a los pueblos de otras tierras al nombrarse sacerdotes? ¡Ahora cualquiera puede venir a consagrarse con un becerro y siete carneros, y así convertirse en sacerdote de ídolos que no son dioses!
10 Para nosotros, nuestro Dios es el Señor, y jamás lo hemos dejado; y los sacerdotes que ministran delante del Señor son los hijos de Aarón, y los que están en la obra son levitas.
11 Son ellos los que queman los holocaustos cada mañana y cada tarde para honrar al Señor; son ellos los que queman el incienso aromático, y los que ponen los panes sobre la mesa limpia, y el candelero de oro con sus lámparas para que ardan cada tarde. Nosotros somos obedientes a la ordenanza del Señor nuestro Dios, pero ustedes lo han abandonado.
12 Tomen en cuenta que Dios es nuestro jefe, y que sus sacerdotes tocarán jubilosos contra ustedes sus trompetas. ¡Israelitas, no peleen contra el Señor, el Dios de sus padres, porque no saldrán victoriosos!»
13 Pero Jeroboán les tendió una emboscada para atacarlos por la espalda; así que los atacó de frente, pero la emboscada estaba a espaldas de Judá.
14 Y cuando los de Judá se dieron cuenta de que eran atacados por el frente y por la retaguardia, clamaron al Señor y los sacerdotes tocaron las trompetas;
15 entonces los de Judá gritaron con todas sus fuerzas y, en el momento en que gritaron, Dios desbarató a Jeroboán y a todos los israelitas, en favor de Abías y de Judá.
16 Entonces los israelitas huyeron delante de Judá, pero Dios los entregó en sus manos,
17 y Abías y su ejército hicieron una gran matanza entre ellos, y cayeron en batalla quinientos mil israelitas escogidos.
18 Fue así como en aquella ocasión los israelitas fueron derrotados, y los hijos de Judá vencieron, pues se apoyaron en el Señor, el Dios de sus padres.
19 Abías persiguió a Jeroboán, y se apoderó de las ciudades de Betel, Jesana y Efraín, todas ellas con sus aldeas.
20 Mientras Abías reinó, Jeroboán no volvió a tener ningún poder; al contrario, el Señor lo hirió y le quitó la vida.
21 En cambio, Abías se hizo más poderoso, y llegó a tener catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 Los demás hechos de Abías, y lo que hizo y dijo, están escritos en los relatos del profeta Iddo.
Abiam, rey de Judá
(1 R 15.1-8)
1 Abiam comenzó a reinar cuando Jeroboam tenía ya dieciocho años de gobernar en Israel. 2 La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá.
Y también hubo guerra entre Abiam y Jeroboam. 3 Abiam eligió para la batalla a cuatrocientos mil soldados de los más valientes. Por su parte, Jeroboam eligió para la batalla a ochocientos mil valientes soldados.
4 Cuando estaba a punto de comenzar la batalla, Abiam subió a la parte más alta de Semaraim, que está en la montaña de Efraín, y gritó:

«¡Jeroboam! ¡Soldados de Israel! ¡Escúchenme! 5 ¿Acaso no recuerdan que Dios hizo un pacto con David y sus descendientes, y les prometió que ellos reinarían sobre Israel por siempre?
6 »Sin embargo, tú, Jeroboam, que no eras más que un sirviente de Salomón, te pusiste en su contra. 7 Te has rodeado de un grupo de malvados, buenos para nada. Son los mismos que mal aconsejaron a Roboam, el hijo de Salomón, y como él era muy joven e indeciso, no pudo enfrentarse a ellos.
8 »Dios reina en Israel por medio de los descendientes de David. Pero ahora ustedes creen que podrán vencer a nuestro Dios. Confían en que son muchísimos, y creen que les ayudarán sus dioses, ¡esos toros de oro que Jeroboam les hizo!, creen que podrán vencer a nuestro Dios.
9 »Además, ustedes han expulsado a los sacerdotes y a sus ayudantes, a los cuales Dios había elegido, ¡y han nombrado a sus propios sacerdotes! Se están comportando como los pueblos que no conocen al Dios verdadero: nombran como sacerdote de esos dioses falsos a cualquier fulano que traiga como ofrenda un ternero y siete carneros.
10 »Nosotros, al contrario, adoramos a nuestro Dios, y no lo hemos traicionado. Nuestros sacerdotes son los descendientes de Aarón, y sus ayudantes son de la tribu de Leví, a quienes Dios eligió para que le sirvieran.
11 »Tal y como Dios lo mandó, cada mañana y cada tarde ellos le presentan sacrificios e incienso; todas las tardes van a la mesa que ha sido preparada para la adoración, y colocan en ella el pan ofrecido a Dios, y encienden las lámparas del candelabro de oro. ¡Nada de esto hacen ustedes!
12 »Yo les advierto que nuestro capitán es Dios, y que sus sacerdotes están listos para tocar sus trompetas y dar la señal de guerra. Ustedes no podrán ganarnos, así que les aconsejo no pelear contra el Dios de sus antepasados».

13-14 Mientras Abiam hablaba, Jeroboam envió una parte de su ejército para que atacara por detrás al ejército de Abiam. Cuando los de Judá se dieron cuenta de que los iban a atacar por el frente y por detrás, le rogaron a Dios que los ayudara. Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, 15-19 y cuando el ejército de Judá lanzó el grito de guerra, Dios permitió que Abiam y sus hombres derrotaran a Jeroboam. Todo el ejército de Jeroboam salió huyendo de los hombres de Judá, quienes los persiguieron. Los de Judá lograron matar a quinientos mil de los mejores soldados de Jeroboam, y recuperaron las ciudades de Betel, Jesaná y Efraín, junto con las aldeas que las rodeaban.
Ese día, el ejército de Judá obtuvo una gran victoria porque confiaron en el Dios de sus antepasados. Por el contrario, los de Jeroboam sufrieron una gran derrota.
20 Mientras Abiam fue rey, Jeroboam nunca recobró su poder. Un día, Dios hirió a Jeroboam, y este murió. 21 Por su parte, Abiam llegó a ser muy poderoso. Tuvo catorce esposas, veintidós hijos y dieciséis hijas. 22 El resto de la historia de Abiam, y sus acciones y sus palabras, está escrito en el «Comentario del profeta Iddo».