1-2 »Todos los que me rodean
se burlan de mí;
tengo que soportar sus ataques.
La vida se me escapa;
ya la muerte me está esperando.

3 »¡Dios mío, ven a defenderme,
pues no hay quien lo haga por mí!
4 Confunde a mis enemigos,
y no los dejes que triunfen.
5 Si por ganarse unas monedas
pueden acusar a un amigo,
¡merecen ver morir a sus hijos!

6 »Dios mío,
tú me pones en vergüenza,
y todo el mundo se burla de mí;
algunos hasta me escupen la cara.
7 Los ojos se me cierran de dolor;
de mí solo quedan huesos.
8 Cuando me ve la gente buena,
apenas puede creerlo
y se enoja contra los malvados.
9 ¡Cuando uno es honrado
y no ha hecho nada malo,
al final se mantendrá firme
y cada vez se hará más fuerte!

10 »Pueden seguir atacándome,
que yo sé que entre ustedes
no se encuentra un solo sabio.
11 La muerte anda cerca de mí,
y mis deseos no se cumplen,
12 ¡pero esta gente insiste
en darme falsas esperanzas!
¡Dicen que ya está amaneciendo
cuando todavía es de noche!
13 Si lo único que espero
es tener por casa una tumba,
¡puedo acostarme ya
a dormir entre las sombras!
14 No tendré más familia
que la tumba y los gusanos.
15 No tengo nada que esperar;
no tengo ya ningún futuro.
16 La esperanza morirá conmigo;
¡juntos seremos enterrados!»