
Vimos su gloria
Encuentro
Medite, en el día de hoy, sobre el significado de la frase «vimos su gloria» En su opinión, ¿por qué la «gracia» y la «verdad» son las características sobresalientes de esta gloria?
Aporte
La extraordinaria naturaleza del viaje que emprendió Cristo al vestirse de carne la capta la frase «y habitó entre nosotros». El verbo que escoge Juan significa, literalmente, que Jesús estableció su morada entre nosotros. Sin duda esta es una referencia al tabernáculo que acompañó al pueblo durante su peregrinaje por el desierto. La expresión también revela un compromiso con la intimidad en el corazón del que vino a vivir entre nosotros. Existen personas que, si bien habitan en la carne, escogen establecer la mayor distancia posible entre su vida y la de sus pares. Cuando Juan indica que el Verbo estableció su morada entre nosotros está afirmando que Jesús bien podría haber sido el vecino de cualquiera de nosotros, viviendo en las mismas condiciones precarias que nosotros.
Es precisamente este elemento el que permitió que hombres como Juan, auténtico representante del pueblo, pudieran acercarse al Dios eterno y contemplarlo. Es esa experiencia la que le permite afirmar que «vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre» (14).
Una de las definiciones que da la Real Academia Española para la palabra «gloria» es: «persona o cosa que ennoblece o ilustra en gran manera a otra». En este sentido, la belleza de Jesús es un fiel reflejo de la hermosura del Padre, de modo que él mismo puede afirmar que «el que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). A la vez, en Cristo los discípulos vieron la manifestación más fiel y clara de lo que Dios pretendía cuando creó al ser humano, el ideal al cual debemos aspirar cada uno de nosotros. De hecho, hemos sido predestinados a «ser hechos conforme a la imagen de su Hijo» (Romanos 8:29).
El apóstol señala que esta gloria poseía dos características sobresalientes, gracia y verdad. El concepto de gracia se refiere a todo aquello que es contrario a las leyes naturales, carnales y diabólicas (Santiago 3:15) que gobiernan las relaciones interpersonales en este mundo. Cristo señala con su vida un camino enteramente diferente al de los hombres, en el cual las actitudes y las conductas contradicen una y otra vez la sabiduría popular de nuestra cultura caída.
En realidad este concepto, en un mundo donde «esconder el rostro» del semejante es tan natural como comer o dormir, resulta particularmente llamativo. Jesús no solamente proclama la existencia de una verdad absoluta ante la que deben rendirse todos los seres humanos, sino que la vive intensa y personalmente.
Si permite que el Espíritu lo conduzca a dónde él quiere, por medio de este estudio, se dará cuenta ahora mismo de que estar cerca del que es gracia y verdad puede llegar a ser incómodo. En su presencia quedarán expuestas nuestras mezquindades y flaquezas. Mas el Señor insiste en «instalar su carpa» cerca de la nuestra. Entréguese a esa relación y permita que él lentamente ordene su vida, para que su gloria se vea en todo lo que usted es.