En el principio

Más allá del tiempo

Encuentro

Lea el texto de esta semana, y luego concentre su atención en el verso 1. En su opinión, ¿por qué Juan escogió comenzar su evangelio con este mensaje?

Aporte

Es bueno y apropiado que nuestra aventura con Jesús inicie en este punto: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (1).
La declaración del apóstol ofrece una réplica del relato de Génesis, cuyos orígenes también se encuentran más allá de la historia particular del planeta que habitamos nosotros: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este «principio» al que ambos autores se refieren escapa a los parámetros que nosotros utilizamos para medir el paso del tiempo, pues está escondido en la misma eternidad.


Juan no pretende entrar en el misterio de esta frase. Simplemente afirma que el Verbo existía desde siempre, porque el Verbo es Dios mismo. Su declaración nos ayuda a asumir, desde el mismo principio, la postura correcta en nuestra relación con el Señor. Él es el origen de todas las cosas, incluso de nuestra propia historia personal. Una y otra vez, a medida que caminemos con él en esta serie, vamos a retornar a esta verdad. Cada escena que presenciaremos nos conducirá, indefectiblemente, a la persona de Dios. El hombre es, y por siempre será, el que responde a la iniciativa divina, un actor secundario en una historia que es mucho más grande y profunda que el relato de nuestro fugaz paso por este planeta.


La declaración del discípulo amado también sirve para enmarcar el peregrinaje terrenal del Mesías en lo eterno. Su presencia en este mundo, limitada a tan pequeño lapso de tiempo, como el que representan escasos treinta y tres años de vida, está incluida en un proyecto que nace en el mismo corazón de Dios y que, por esta razón, necesariamente está contenida en la eternidad.


Qué bueno resulta, entonces, comenzar esta aventura en actitud de adoración, maravillados frente al hecho de que se nos ha concedido contacto con el Eterno. Podemos exclamar, junto a Moisés: «Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas?» (Deuteronomio 3:24).


Sostener esta postura a lo largo del año será uno de los factores que más favorecerá nuestra entrada en las profundidades de la persona de Cristo. No nos aproximaremos a él como quienes pretenden analizarlo, explicarlo y desmenuzarlo. Más bien, nos acercaremos para simplemente saborear el irresistible encanto de su persona.


«Señor, tú eres la encarnación de todos nuestros anhelos, la manifestación de nuestros más osados sueños. Al acercarnos a tu persona no hacemos más que responder a tu iniciativa. Venimos con el corazón abierto y la voluntad dispuesta a dejar que tú nos conduzcas a donde tú quieras. Produce en nosotros las experiencias que tú deseas. No te pedimos que nos expliques lo que haces, sino que nos mantengas cerca de ti. Estar contigo, Señor, es todo el bien que anhelamos».