¿Por qué nos conocerán?

«Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.» (Lucas 6.44)

Julia estaba fascinada con los adornos de la casa de su abuela. ¡Había de todo! Animales de porcelana, reproducciones de casas en miniatura, pinturas de paisajes campestres y figuras de cristal. Pero lo que más le llamaba la atención eran esas frutas de plástico que estaban en la cocina.

Manzanas, peras y uvas que siempre mantenían el mismo color y la misma forma. La abuela solo se preocupaba por quitarles el polvo de vez en cuando, así que siempre estaban relucientes. ¡A simple vista eran iguales a las frutas verdaderas!

Hay una diferencia muy grande entre un producto y un fruto. El primero se diseña y fabrica gracias a una serie de máquinas programadas para ello. El segundo es el resultado de un proceso natural, a veces condicionado por el ser humano, a través del cual se reproduce la vida de un organismo.

Por más bello y duradero que sea, el producto no podrá igualar la vida que tiene el fruto. Cuando seguimos a Jesús como Dios y Salvador, el Espíritu Santo nos ayuda a tener una vida fructífera. ¿Qué significa esto? Hace que nuestro carácter, forma de hablar, de pensar, de conducir las relaciones interpersonales sean un reflejo de la vida que Dios puso en nuestro espíritu.

Por eso es tan importante que cada día dediquemos un tiempo para hablar con Dios en oración y leer la Biblia. ¡Conectarnos con Jesús para que su vida se reproduzca en cada uno de nosotros!

Sumérgete: ¡Es posible parecerse cada día más a Jesús! Dediquémonos a buscar a Dios y tratemos de hacer lo que nos pide. Él nos ayudará a vencer en cada circunstancia.